Leonardo Castellani: Inflación (Jauja, directorial agosto 1967)

Directorial: Inflación

El Rey Midas (o sea el Capitalismo) todo lo que tocaba lo convertía en oro; pero tenía orejas de burro. (Mitología griega)

José Mambrú (pseudónimo) irrumpió en mi escritorio-dormitorio cuando estaba escribiendo un artículo sobre los "curas progresistas"; y me dijo: "No deben atacar al Gobierno; decíselo al P. Amancio: este gobierno no puede ser mejor. —¿Querés decir que es lo mejor de lo mejor, que es inmejorable?— No me tomes por sonso: quiero decir que un gobierno "democrático" no puede hacer más que lo que hace éste —¿Entonces te has vuelto antidemocrático? —No seas sonso: la "democracia", o democacaracia  como la llamás, es el único régimen que puede haber en la Argentina; y se sabe que la democracia es un régimen... así. ¿Cómo así? —Como han sido aquí todos los gobiernos hace ya 18 siglos. Dejá a los curas progresistas, que no tienen importancia maldita ahora que hemos nombrado Cardenal a Monseñor Fasolino, y escribí sobre La INFLACION —¿Y qué sé yo de la inflación, fuera de sufrirla, siendo pobre-artesano-jubilado?— Aquí tenés tu documentación, me dijo dejando sobre mi mesa media arroba de papel, discurso de José Heriberto Martínez, un opúsculo de Arturo Sampay, y tres libros en inglés. 

La inflación es inmoral; y la inflación es el gran recurso político de los estados modernos; y la inflación es el castigo de Jehová a los estados "pavotes", como dice el P. Meinvielle; porque Jehová no ama la sonsera. Eso es todo que yo sé. 

Dicho breve y mal, un presupuesto deficitario trae automáticamente la inflación si se recurre (como hoy se hace) a la emisión sin respaldo. Para curar eso no hay más remedio que un acrece del impuesto o una guerra de rapiña. El acrece del impuesto está trabado por varias causas: una, el electoralismo del actual estado "democrático"; otra, el peligro de obstaculizar la producción. La guerra de rapiña hoy día se hace invisiblemente, o contra el exterior (así la hace hoy Norteamérica contra Southamérica) o más fácil contra el interior: en este caso es una guerra civil paliada. La gente tiene razón cuando dice: "Estamos en guerra civil latente"; es decir, que un grupo social despoja de sus bienes por medios legales (que en fondo se reducen a una estafa) a otros grupos sociales; los despojan de su trabajo: pecado que "clama al cielo" según el Catecismo católico. Lo peor del caso es que tal despojo va a incidir principalmente sobre los desvalidos y los virtuosos; e indirectamente sobre la producción intelectual, y sobre la "natalidad" incluso; y los estragos morales son enormes. 

Veamos un poco cómo apareció ese monstruo. En la Edad Media algunos reyes echaban mano a ese medio fácil de remediar la "Hacienda", mezclando plomo a la plata y cobre al oro (medio inflacionario de la moneda mucho más difícil que el de hoy: "meterle a la maquinita", como dice el pueblo). Eso no duraba, porque al momento se alzaban como leche hervida los "letrados" (el clero) e incluso los Pontífices: "Las manipulaciones monetarias desacreditan los Reinos y les preparan su fin" (Nicolás de Oresme, siglo XIV). Cuando se dividió la Cristiandad por la Reforma Protestante, la cosa cambió: el más poderoso de los reyes protestantes, el "Defensor de la Fe" (aunque no de la fe conyugal) Enrico VIII iimpunemente amonedó en falso; y fue pronto imitado por otros reyes, incluso católicos, como el opa de Felipe III de España. En 1603 hizo éste acuñar reales de vellón sin aleación de plata, suprimiendo además la mitad de su peso, con lo cual el erario público ganaba (?) dos tercios de su valor. El P. Juan de Mariana, el jesuíta más patriota y más sabio que ha habido, desglosó de su libro "De Rege" un capítulo y lo amplió en el opúsculo tan actual hoy "De mutatione monetae" (Sobre la inflación). Fue a parar a la cárcel, aunque con otro pretexto. Quevedo defendió la medida regia con el sofisma que aún ahora se usa: su eficacia; que Uds. verán si miran, tanto J. H. Martínez como Krieger Vasena manejan, (sólo que uno por el contra y el otro por el pro) sin acordarse para nada de la moral. ¿Qué tiene que hacer la moral con la política? 

Después deso, el gran recurso financiero de la inflación, (o sea, el Impuesto Invisible), ingresó en la panoplia de las armas de todo Ministro de Hacienda en apuros. Pueden achacarlo si quieren a Maquiavelo, aunque Maquiavelo no hizo sino teorizar lo que empezaba a ser la práctica de todos los gobernantes "vivos". No está de más recordar que tanto Maquiavelo, como su modelo de "Príncipe" avivado, el criminal César Borgia, fracasaron rotundamente en política; y su otro modelo, el zorro Fernando el Católico no fue en realidad maquiavélico sino astuto —mucho más astuto que "católico". ("El Rey de Francia dice que S. M. lo ha engañado dos veces"... — "Está mintiendo, contestó el Rey de Aragón y Castilla: lo he engañado cinco veces").

"Toda vera política tiende a realizar los siguientes objetivos: 1º, la paz interna de la comunidad; 2º, el bien obrar, o sea, el comportamiento virtuoso de los miembros de la comunidad unidos en el vínculo de la paz; 3º, la suficiencia de bienes materiales necesarios a la comunidad para vivir bien; 4º, la salvaguardia de la comunidad frente a los enemigos exteriores..." (A. Sampay) Estos cuatro fines son averiados a fondo por la inflación fiduciaria respaldada en empréstitos usurarios; que son pan para hoy y hambre para mañana; el camino del menor esfuerzo para gobiernos "liberales", y más si son improvisados. "Desdichado del que se hace rico con sortilegios", dice el Emperador arruinado después de haber probado la inflación aconsejada por Mefistófeles, en el drama de Goethe (2º Parte). Tiene razón el P. González Paz.

Infeliz del que tiene
Su casa a flote
Y duerme sobre el piso
De un camalote...

Arturo E. Sampay ha publicado sobre "Las INFLACIONES en nuestra época" un excelente estudio, que debe releerse y reeditarse, el cual reseñamos en otro lugar deste número; y sobre cuyas
lúcidas conclusiones elaboramos este artículo. 

Fuera de los factores internos del monstruito de la inflación, están los factores internacionales, que no son moco de pavo. En resumen, la política de las naciones vuelta supranacional —y amoral —tiende a hacer la guerra a las políticas nacionales extranjeras; y esa guerra se puede llevar importando teorías convenientes para mí, y nefastas para los otros (como las del "librecambio" para Inglaterra en el siglo XIX, develado por List, ejemplo clásico) una especie de ardid de guerra. Entonces una nación poderosa puede por ejemplo fomentar la inflación (por medio de Prebisch) en las naciones vecinas -o no vecinas. 

Quien hace eso actualmente es Yanquilandia. El modo como lo hace es una política económica de cuatro piezas: la acumulación del oro en Fuerte Knox; la congelación del precio del dólar, sustituto del respaldo oro; la rebaja artificial del precio del oro para adecuarlo al oro desvalorizado; y las "inversiones" oportunas. En suma, existe un fenómeno económico artificial mantenido por una política coactiva. 

No qidere decir c¡iie haya en EE. UU. intenciones perversas: hay la intención de aventajar desmesuradamente la economía nacional y el nivel de vida —a cualquier costo. Esta intención puede fácil pasar por encima de la moral, porque el módulo que se emplea no es el moral sino el económico— es decir la eficacia. Pero siempre surge, en virtud de la "racionalización" natural al ser humano (hipócrita) la teoría justificante de la "raza superior" o sea el Pueblo Elegido: entonces todo es lícito, porque es para el bien de la Humanidad. "Te vengo a proteger; y si no te dejas proteger, te mato".

En una palabra, EE. UU. transfiere su propia devaluación a otros naciones con el fin de hacer frente a los tremendos gastos de armamentos e investigaciones atómica-espaciales en que se encuentra embretado —y no del todo por propia voluntad. Y henos aquí en nuestro punto de partida: la Guerra como causante de la Escasez —el Caballo Rojo y el Caballo Negro del Profeta— y por ende la crisis mundial.

Detrás están las causas morales y religiosas. ¿Es factible el DESARME que pide el nuevo Papa? Sería factible con un aumento de la vigencia de lo moral y lo religioso; e si non, non.

"La depreciación del papel moneda, que es una facilidad tan grande para hacerse de recursos fiscales a costa del pueblo, al extremo de que hoy todo el arte de gobierno parece estar compendiado en ese expediente, no será extraña a la ruina que amenaza al Estado "democrático" contemporáneo. (Vilfredo Pareto). 

Mambrú opina que la inflación es un castigo del Dios judío a los pueblos sonsos. Pepito, su hijo mayor, que está en 6º grado y pinta como un notable humorista futuro, escribió en una composición:
"Las edades del hombre son cuatro: infancia, niñez, adolescencia y adulterio". La Argentina está en su cuarta edad sin haber salido de la tercera. 

También escribió en un "deber" titulado "Mi ciudad":  "Mi ciudad tiene manzanas cuadradas, calles, Iglesias, plazas y casas públicas". Quería decir "edificios públicos".

Es casi lo mismo.

Leonardo Castellani (Jauja agosto 1967)

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