Leonardo Castellani: Herbert George Wells

'Herbert George Wells'

A la edad de ochenta años ha muerto en Londres el novelista Wells, una de las figuras principales de la literatura inglesa contemporánea.
De origen humilde, salud robusta, viva inteligencia y hábitos de trabajo atávicos, ayudado por la admirable organización de la producción literaria en el inmenso mercado anglosajón, Wells ha producido una masa considerable de literatura, menor, cierto, que la de Chesterton, Belloc y Shaw, pero asombrosa si la medimos con la posible en otros ambientes, principalmente el esterilizante nuestro.

Sus triunfos rotundos como escritor han sido las novelas utópico-fantástico-científicas, del género creado por Julio Verne. Deja veinte novelas de este género, más bien cuentos largos que novelas, de las cuales las más traducidas y leídas son 'El Hombre Invisible',' La Máquina del Tiempo', 'La Guerra de los Mundos', 'La Isla del Doctor Moreau', 'La Visita Maravillosa', 'El Primer Hombre en la Luna', 'Despierta el Dormido', 'La Guerra en el Aire', 'El Sueño', y las últimas, en que mezcla a las futuribles fantasías antícipatorias intenciones de sátira y ataque a las naciones fascistas y a la religión cristiana, como 'The King Who Was a King', y la última que escribió, 'The Shape of Things to Come' (historia de la revolución definitiva), traducida poco ha entre nosotros y una de sus obras más características.

En este género, cuando aprovecha su singular facultad para soñar —sobre todo pesadillas— Wells es un narrador insuperable, que supera ciertamente como artista a Julio Verne, en artificio, técnica, finura, fuerza plástica, humorismo, variedad de teclado e intención intelectual; pero es mucho menos salubre y humano que el sonriente fantaseador de Amiens. Su concepción maniquea del Universo lo inclina a lo horroroso y a lo desesperado; tanto, que a veces destruye su misma pericia artística, haciéndole incurrir en faltas totales de gusto y de equilibrio como en la atroz narración 'The Cone' y otras similares contenidas en la colección 'The Platner Story and Others' y en 'Tales of Space and Time'.

En sus novelas de costumbres, de las cuales también deja una veintena, Wells no es original, aunque sea siempre un novelista agradable, buen observador y fino satírico, como en el caso de La Historia de Mr. Poll. Quizá la materia que trabaja allí, la vida de la clase media inglesa, es menos accesible y llamante para nosotros.

Pero lo más interesante del caso Wells es su actividad de profeta del Superestado, reformador del mundo y luchador revolucionario: misionero como le llama en su idioma Gerchunoff en La Nación del 14. Medio comunista y medio socialista, aunque siempre muy inglés, tenazmente antirreligioso, antitradicional, antiautoritario; en suma, anarquista intelectual tocado de la manía mesiánica, Wells ha escrito cerca de treinta libros con programas para reformar al mundo y crear el paraíso en la tierra, programas infalibles y dogmáticos que se contradicen año a año unos a otros, excepto en el punto fundamental del odio implacable a todo lo que el protestante odia y ha odiado siempre, es decir, a lo que podríamos llamar el orden romano. Varios de ellos han sido traducidos al castellano, como por ejemplo, 'El Salvamento de la Civilización', 'El Nuevo Orden del Mundo', 'Historia Breve del Universo', 'Bosquejo de Historia Universal', 'Una Utopia Moderna', '¿Que Haremos con Nuestras Vidas?'... 
En esta asombrosa serie de más de veinte encíclicas antipapales, donde se mezclan a inefables sandeces un sentido común inglés, una mano firme de buen obrero escritor y un sentimiento del desorden del mundo actual que en ocasiones lo pone delirante, es interesante notar la curva que lleva a esta mente de profeta sin mandato, desde el pimpante optimismo que cree poder arreglar el mundo en dos patadas, como se puede ver en 'Anticipations', del año 1900, al total desconsuelo
de su ultima proclama: 'Mind at thè End of its Thether', de 1945, donde se profesa convencido de que la especie humana va al desastre, que no hay salida posible de este callejón donde ha entrado la humanidad, que no existe una “forma del futuro”, que el homo sapiens ha agotado su vitalidad, que otro animal mejor debería venir a sustituirlo, de acuerdo con las leyes del darwinismo que en su juventud le enseñara T.H. Huxley: 
El hombre tiene que ir a cuesta arriba o cuesta abajo... Si va cuesta arriba, es tan grande la adaptación que se le exige, que tendrá que dejar de ser hombre"...
¡Pobre hijo de la Reforma!

El punto central de esta curva de rumiador irresponsable y “maestro de fábulas vanas” —como dice la Escritura— son los dos libros 'The New World Order' y 'The Shape of Things to Come', dedicados “To José Ortega y Gasset, Explorador”, de los cuales se han vendido centenares de miles en el mundo anglosajón. Los dos contienen la misma posición ideológica, el primero en forma abstracta de programa y el segundo —que es superior literariamente— en forma de novela. El primero es simplemente el programa del Anticristo; y el segundo, una especie de Apocalipsis ateo, donde se promete al tundido hombre moderno, si se deja llevar de los doctores socialistas y de los profetas a lo Wells, una especie de Reino Milenario de Paz Perpetua y Delicias Universales, producto de la Ciencia, la Libertad y la Democracia; la cual democracia consiste, naturalmente, en que un grupo de sabios socialistas tipo Wells gobiernen al mundo autocráticamente y con poderes tan extraordinarios, que no los soñó ni don Juan Manuel de Rosas, ni Mussolini, ni Licurgo, ni Dracón. La pretensión de arrancar los hijos a sus padres y educarlos desde la cuna en la Nueva Religión inventada por él, es una de sus atribuciones principales: “compulsive education”, como dice él, dos palabras que se dan de golpes.

La religión de Wells en el fondo es la herejía moderna, es decir, ateísmo y adoración del Hombre con un intento de conservar lo externo de la religión cristiana, por ejemplo, la Biblia, que Wells en su libro 'Salvamento de la Civilización' propone que se escriba de nuevo.
Entre todas las cosas de la civilización que Wells quiere salvar en su salvamento se encuentra también Dios, al cual Wells brinda un lugar en su bote salvavidas —que no es sino un trasatlántico—, con la expresa condición de que se vuelva limitado y finito; y en el fondo, para decir la verdad, ¡parecido a él! Esta es la religión inventada por Wells, que él expone bastante amenamente en sus libros 'The Soul of a Bishop'; 'God, the Invisible King', y 'Mr. Brittling Sees it Rough'.

Este es Wells, en suma. Un novelista hábil y un escritor fecundo, aunque atacado de verborrea y delirio en sus xíltimos años. Un hijo de la Reforma, atacado de la manía reformista y convertido en una de las principales lumbreras de la Anti-Iglesia contemporánea.

¿Quién podría soñar que así es Wells leyendo las tres columnas melifluas, acarameladas y solapadamente confusionistas que le dedica nuestra prensa del 14? Allí el aspecto principal del autor, que el mismo Wells reclamaría como lo descollante suyo, está escamoteado dulcemente. Se lo cubre de incienso y de perfumes balsámicos con olor a muerto, se lo decora de innumerables flores de papel retórico, se lo confitura en cháchara invertebrada sin un solo juicio neto y varonil, ni un asomo de intención de enseñar verdaderamente algo útil a la Argentina, aunque sea literatura. Y al final se termina con este parrafito que da el resumen de todo, la moraleja, y el modelo maravilloso de este género de oraciones fúnebres cursis, blanduchas y tendenciosas:
Amó libremente [?] y libremente vivió, y en sus residencias campestres, rodeado de arboledas rumorosas, escribió con torrencial fecundidad, como escritor puro [¿como predicador [?] entretenido [?], con agudo criterio en el comentario de la actualidad. En esta tarea gigantesca [¿de entretenerse?] se consagró a imaginar un mundo más bello y más justo; y el mundo no lo olvidará”...

Brindaremos a nuestros lectores la siguiente traducción del 'idisch' del párrafo anterior:
Pensó libremente y libremente macaneó; y en la vida confortable y en la cátedra palabrera que el mundo de los que ríen y van por la senda ancha brinda a los que le sirven, produjo pantanosamente obras sin peso, que, salvo las pocas que son obras de arte menores, el mundo ya ha olvidado, puesto que no lo harán ni más bello, ni más justo; y que Dios ya ha pesado en su balanza, ese Dios que él quiso rehacer con hilo de coser y tijeras, y hacia el cual desoladamente bramaba en sus últimos años su alma ciega, presa de la angustia anticipatoria y comenzada del huracán de las tinieblas.

Leonardo Castellani

Transcrito de 'Nueva crítica literaria'

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