Leonardo Castellani: Ensayos intempestivos (Jauja, enero 1968)

DIRECTORIAL

ENSAYOS INTEMPESTIVOS

I - FF. AA. 

Un militar no sirve para gobernar, a no ser "PER ÁCCIDENS". De suyo, en cuanto militar, no estudia para eso. Estudia para ganar batallas, lo cual pertenece al orden de la guerra; y el orden de la guerra es subordinado al orden de la paz, porque tiene un fin particular y transitorio mientras el orden de la paz, es más amplio y comprende en sí como parte (importante) el orden de la guerra. El orden y la sociedad han nacido para la paz y no para la guerra; la guerra misma está ordenada a la paz. Creer que los militares por serlo saben gobernar naciones es como creer que un enfermero puede operar de úlcera. Puede darse, más "PER ÁCCIDENS". 

Algunos militares han gobernado, porque madre natura les dio dotes de estadistas, o los adquirieron en la dura escuela de la historia... convulsionada, como "Napoleón genio guerrero". Napoleón no quería lo consideraran un militar; el ganar batallas —en  lo cual fue genio— lo consideraba, si no como una diversión, como un sota-oficio. Gobernó perspicuamente (en cuanto a la técnica) pero "mejor hubiera sido para Francia que no hubiera nacido", pronunció nada menos que Jacques Bainville. Quiso realizar la unidad europea (viejo ideal de Europa desde Carlomagno y aún antes) bajo la hegemonía francesa; pero Dios no estuvo con él. Y es que él no estaba con Dios —a no ser antes de morir desolado en Santa Elena. 

Si yo dijera de mío ésto de los militares, merecía ser estaqueado en la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. Pero lo dijo (y no de suyo) Santo Tomás de Aquino, a quien no se puede estaquear porque está hace siete siglos en el Purgatorio. Puede que esté en el cielo, porque fue una especie de mártir; pero de suyo los intelectuales (como yo) van al Purgatorio; si no es a peor lugar. 

Pero si los militares no están enseñados a gobernar (porque entienden de mando y no de rección), ¿quién lo está? Aquí nadie; porque los politiqueros no están enseñados a nada, si no es artimañas, arterías y trapisondas de comité. Para estar enseñados a gobernar, precisan dos cosas:

1º — La ciencia. Es decir, una fina formación intelectual, como la que daban antes (y espero sigan dando en algún lado) las Humanidades Clásicas, seguidas del estudio sólido de la filosofía. Si esto falta, puede suplir como "SECOND BEST": cualquier otra formación intelectual sólida: la de médico, (p. e.) o la de abogado. Pero aquí estas dos han dado malos éxitos: Cantoni fue médico, Balbín es abogado. 

2º — La experiencia. Aquí falta lo que los romanos llamaron el "CURSUS HONORUM" o sea la carrera política o escalonamiento de los cargos; desde los inferiores, como Tribuno o Edil hasta los máximos. Cónsul o Senador. Es ridículo creer que algo tan intrincado como regir una nación pueda dominarse sin aprendizaje; o sea, puede improvisarse a lo argentino. 

"No hay que fiar de los hombres. Yo he tratado mucho con criminales y les digo que no se fien de los hombres" (Juez Tedín Uriburu). 

De modo que aquí ni la "Educación Común" ni el Colegio Militar forma gobernantes. Y entonces ¿qué quieren Uds.? —¿Cuál es la receta para hacer un guiso de liebre?— Lo primero hay que cazar la liebre. Si aquí no hay gobernantes —y esos no nacen en los repollos— ¿con qué cara le piden a Dios ser bien gobernados? 

La serie de retrocesos, agachadas y entregas reseñadas por Julio Irazusta en "BALANCE DE UN SIGLO Y MEDIO", que al Dr. Dardán lo hizo llorar a lágrima viva, no es el puro hecho de "entregadores". Algunas sí; pero la mayoría son el hecho de ignorancia, miopía, falta de visión. Claro que sus autores merecen castigo lo mismo; por lo menos una estatua getuda en una plaza; porque "el que ignorando peca, ignorando se condena" pues que un necio en el poder es peor que un malvado en el poder. Dios nos libre de un necio con iniciativa. 

La necedad es pecado, y pertenece a tres pecados capitales nada menos: Soberbia, Lujuria y Pereza. 

"La República cría ahora una aristocracia ociosa" —decía tristemente Scalabrini Ortíz. El Ejército es una aristocracia porque tiene privilegios; y el más serio de todos, poder apoderarse del mando. Es una aristocracia ociosa, porque aquí no hace la guerra para la cual estudia— si es que estudia. Fabricaciones Militares y algunas intervenciones en eventos desastrosos (bonita intervención fue la del terremoto de San Juan 1944) no bastan a enjugar el ocio del Ejército; aunque concedamos que "Fabricaciones Militares" sería el camino; el cual es apenas comenzado. Rodríguez, Storni, Savio, Mosconi, son casos excepcionales que por su cuenta se hicieron proceres; o al menos útiles. 

Nuestro Ejército no tiene guerra continua de fronteras, como el Romano, ni en realidad no tendrá guerra ninguna hasta que sea enganchado como auxiliar en una guerra foránea por los EE.UU. y mandado al Asia Menor. No iiene la culpa de eso y en realidad es un sorprendente mérito suyo que no se haya corrompido. Que no se haya corrompido más —diría Lisandro de la Torre—. "Liberalizado" desde Roca. "Un ejército como el argentino que supo tomar prisioneros a 7.000 ingleses, sin fusilar uno solo, nunca se decide a fusilar connacionales. Su gloria lo defiende del descrédito de una carnicería". No había acabado de escribir esas palabras José Vasconcelos en su HISTORIA DE MEXICO, cuando Aramburu y Rojas se apresuraron a desmentirlo. 

La verdad verdadera es que, para salvar la patria, el Ejército Argentino debería ser capaz de fusilar connacionales, traidores y perduelis. 

Convertir en victoria nacional una derrota nacional como la de Caseros, y enseñarle eso a los chicos, incluso a los "cadetes", es querer hacer almácigos de traidorzuelos; o por lo menos de abobados. 

El único remedio es que sea amaestrado el ejército en hacer obras públicas —que tengan alguna atinencia con la guerra, si es posible. El Ejército Romano además de perseguir "bárbaros" y piratas, estaba de continuo ocupado en calzadas, acueductos, fortalezas—, que aún en parte duran, "obra de romanos". Por eso, mientras en eso duró, fue la sal del Imperio y junto con la Iglesia salvó el Orden Romano y originó los reinos europeos actuales. Su corrupción comenzó por los "mimados", la Guardia del Pretorio, que comenzó por quitar y poner emperadores (como aquí ahora) y terminó por poner en subasta el Trono. 

Nada impediría que nuestro Ejército construyera una aristocracia gobernante, si estuviera continuamente ejerciendo su oficio; o sea, defendiendo el país de incursiones "bárbaras", chilenas o brasileras digamos. Eso pasó en tiempo del feudalismo, cuando una élite guerrera defendía a los trabajadores y a los letrados, y los gobernaba a la vez. Mas, cuando la "nobleza" europea dejó de ejercitar esa misión y de guerrera se volvió "cortesana" comenzó su decadencia; y al fin fue desplazada y abolida. 

Y entonces, dejado el ejército, ¿dónde está la clase dirigente argentina? Aquí no hay. Ya está dicho que los "políticos" son cualquier cosa menos dirigentes. 

Hay (o habría) una clase dirigente potencial, tomada de los ganaderos, industriales y letrados, con jefes sindicales; pero no está formada, y yo no veo cómo se podría formar. Pero habrá de formarse si el país habrá de arreglarse. Sin embargo, que el país haya de arreglarse (marchar mejor que ahora) es cosa que Dios solo sabe. Arriba puse "letrados" y no "intelectuales" —Dios nos libre—. 

Borges, Mallea y Julio Cortázar no es lo que quise decir. Son "INTELECTUALES", no son letrados; o por mejor decir, son "inteligentuales". Son parásitos y corruptores del país, a veces. Véase "los Profetas del odio" de Jauretche. 

Esto escribo porque tengo que escribirlo, pero no es lo que desean y piden que escriba. Quieren que dé pábulo a las esperanzas de los jóvenes, tan simpáticos y animosos. A los jóvenes les toca tener esperanzas o (como dicen ahora) "inquietudes": es su privilegio que nadie puede quitar. Pero a los viejos toca algo más amargo, la experiencia. Si se pudiera hacer una mezcla de ambas, algo así como "experiencianza"; yo compraría una docena de frascos. 

II - EL CLERO

"Con la Iglesia hemos topado, Sancho— Pues tuerza riendas Su Merced y corte por el campo; no sea nos irrumpa alguna descomunión o tártago que no nos podamos limpiar de los lomos en mil o diez mil meses que viviéremos". 

De buena gana torcería rienda si pudiera abolir en mí la facultad de ver; y la facultad de expresar lo visto, que es algo como una misión o encargo dado por Dios a algunos desdichados. Fuérzame la Ley de la Caballería a hacer mis empeños antes que mis gustos. 

El problema estaría en hallar la causa de la impotencia o esterilidad de la actual Iglesia Argentina. 

El que diga que miento con toda la barba, puede dejar de leer desde aquí. 

El mismo canonizable Monseñor Francheski decía: "La Iglesia Argentina ha abandonado la actividad de conquista, reducida a la mera actividad de conservación". Pero como en todo organismo vivo, dejada 1ª primera, fenece lentamente la segunda actividad. La Iglesia argentina escasea de seminaristas y tiene pocos sacerdotes; y de los que tiene se podría decir lo del Cardenal Suhard: "Tengo un problema: me faltan 40 sacerdotes. Y tengo otro problema: me sobran 27". Baste este dato obvio. 

No hay ninguna historia eclesiástica que alucide este problema capital. En realidad no hay ninguna historia eclesiástica buena; si no es quizás una manuscrita que (dicen) dejó Monseñor Ussher y está bajo siete llaves; y otra que ha comenzado a salir del padre salesiano C. Bruno. 

Esta última comenzada es un trabajo monumental. Han salido a la luz dos grandes y lujosos tomos in 4º de cerca de 600 págs.; y faltan otros 5 o 7 de que dicen están ya muy adelantados. Relatan éstos los sucesos iglesiales de la Colonia desde 1500 a 1632, en forma concreta y documentada, con multitud de grabados, que a algunos han parecido demasiados; pero en fin, amenizan e ilustran el texto. A mí simplemente me enternecen. El autor se ha hecho la mano en monografías anteriores y varias, y se ha informado copiosamente, incluso (según dice) en el manual de Mr. Zuretti (al cual pone con retrato y todo) del cual no creemos haya podido sacar mucho jugo. 

Mas esta poderosa historia no resolverá el problema, porque no está en ese plano. Mucho será si suministra todos los datos necesarios para que trate la cuestión un historiador "crítico". Pero ni aún eso recabará si hace una historia "Plutarquiana" (que dice Nietzsche en sus justamente "UNZEITGEMAESSE BETRACHTUNGEN") o sea ejemplarizadora o idealizante, como es lo sólito. 

Sea como quiera, la causa de la esterilidad de marras es que la Iglesia (o sea el clero argentino en general) se plegó al liberalismo. Adelantamos esta conjetura sin probarla lo cual pertenecería al futuro historiador "crítico". 

Esto siempre lo creí, desde que escribí el "POSFACIO" al libro de Sánchez Sorondo LA REVOLUCION QUE ANUNCIAMOS; el cual entre paréntesis no cesa hasta hoy de anunciarla, a la manera de los adventistas. Pero poco ha esa mi donosa conjetura recibió un golpe feroz con el eximio libro de Vasconcelos HISTORIA DE MEXICO; donde el historiador "crítico" censura a la Iglesia Mexicana (y le atribuye causal en la desdichada historia de su país) justamente por lo contrario que yo: por no haber sido liberal, sino absolutista y reaccionaria. Palos porque bogas y palos porque no bogas. 

Me dejó turulato. ¿De manera que habrían hecho bien nuestros Agüeros Valentín Gómeces, Castros Barros y demás caterva en ponerse bajo las alas de Rousseau y de Rivadavia? 

Alto, chamigo. Una cosa es la independencia y otra es el liberalismo. Declararse por la Independencia de Saavedra y de San Martín, como lo hicieron los clérigos del Congreso 16, creo era lícito aunque en eso haya sus dudas; juntarse con el Congreso 53 es muy diverso. Bien es verdad que allí en Santa Fe hubo un solo ciérico; y ése loco. 

Esta es la breve respuesta: simplemente se bandearon allá a un extremo y aquí al otro. Y los extremos son malos; y en cuanto a labrar daños, ellos se tocan. 

Aquí el clero no practicó el SYLLABUS de Pío IX, y ni siquiera parecería lo conoció. El episodio del venerable Mamerto Esquiú, que panegirizó la Constitución y después se retractó, es elocuente. 

También lo es el de las funestas "leyes laicas": le bastó a Roca-Wilde poner preso al Vicario Santa Clara y despedir al Nuncio para salir con la suya, sin mayor resistencia. 

La actitud de lo más magnates o magnotes clericales de nuestra historia ha sido ponerse de capellanes o capellanos de cualquier gobierno que raye. 

Parecería que la consigna eclesiástica no escrita fuera de esta guisa: "Cualquier gobierno que raye, sea liberal, reaccionario, democrático, dictatorial, fraudulento, golpista, varón mujer o de cualquier sexo que sea, será aceptado y servido por nosotros, con tal que dure un poco y nos dé plata". Y aquí es donde los extremos se tocan, porque el clero de México era absolutista o "rosista" crudo justamente en defensa de sus prebendas y sus cuantiosos bienes. La verdad es la verdad, pese a Lutero, Calvino y el Latrocinio Efesino. 

Ver tapándose la nariz "EL MISTERIO DEL OBISPO" en la revista un poco indecente y muy badulaque "SIETE DIAS" (Nº 31). 

De sobra sé que el historiador "crítico" me dirá que la Iglesia no tiene hoy día cuenta de la "legitimidad" de los gobiernos; porque esa señora simplemente se ha marchado al cielo. O sea que la utopía democrática fraudulenta ha puesto tal confusión en los títulos de legitimidad que no se puede ya saber si Perón o Frondizi o Illia poseen tal sacrosanto título. De modo que DE HECHO hay que atenerse a los que gobiernan DE FACTO; o sea, que el único título hoy día es la fuerza; Y ES POR ESO QUE (como dice Del Carril Bonifacio) estamos en plena democracia y pertenecemos al mundo libre. 

Bien, no quiero meterme en más honduras, sino formular una pregunta ulterior: ¿por qué el clero aquí se hizo liberal, o ayudó a los liberales, o simplemente se dejó estar? 

Por deficiencia de luces.

¿De dónde esa deficiencia de luces?

Del mal estado de los Seminarios.

Esto me dijo hará unos 20 ha, en Catamarca, un Obispo que ahora es cardenal. 

Hay demasiados Seminarios y aparentemente todos son malos; aunque confieso que hace 20 años el de Catamarca era bueno. Todo clérigo que es consagrado Obispo a causa de sus grandes luces espirituales, pone su gloria y el fin de su vida en hacer su Seminario, para lo cual comienza a pedir dinero al gobierno y lo hace. Pero el dinero no basta. Tener 23 Seminarios en la Argentina donde los recursos (intelectuales, científicos, morales) apenas alcanzarían para tres —y me alargo mucho— es caminar patas arriba. Peor, es inhonestidad. ¡Es que necesitamos muchos sacerdotes! Bueno, ahí lo tienen. 

Pero ya, en vez de traer a testimoniar al dicho Cardenal, al P. Armelín, al Presbiterio de la Arquidiócesis y a mi propia experiencia, tuerzo riendas y corto a campo traviesa, como aconsejó Sancho, porque "mi voluntad es de vivir pacíficamente los días que los cielos me dieren de vida". Y pues esa es tu determinación, Sancho bueno, Sancho discreto, Sancho cristiano y Sancho sincero, dejémonos estas fantasmas y entrémonos a buscar más altas y cautelosas aventuras... a ver si alguien nos paga dos meses por lo menos de Telecomunicaciones - o Delecontribuciones. 

III - CLASE DIRIGENTE 

Se quejan (nos quejamos) de la falta de una clase dirigente. Con razón. Es una lamentable y llorable realidad. O irrealidad: es un vacío. 

La naturaleza no soporta el vacío: este vacío es llenado por una pseudo clase dirigenta. Dicen: "No hay hombres en la Argentina". Yo les digo: "¡Cómo no va a haber hombres". Dicen: "Quiero decir que entre estos que están en circulación no hay ninguno que..." "Justamente, les interrumpo, es esa circulación la que hay que romper: es un círculo infernal". Es la risible calesita de los politiqueros de profesión; que se les está parando. Somos distraídos; pero no tanto como para confundir el aceite con el vinagre. 

La actual sedicente "clase dirigente" no es clase ni dirige. No es clase porque no constituye un estamento unido y solidario; y tampoco dirige al Bien Común. ¿Por qué no dirige al Bien Común? Muchos de ellos o al menos algunos son buenos varones y bien intencionados. 

Aquí viene la preposición central de este ensayo: no dirigen al Bien Común (no gobiernan ni son aptos a ello) porque sus intereses particulares no coinciden con el interés general. 

Pemán y otros publicistas han probado que "los antiguos Reyes cuando defendían el Reino defendían su propia familia; y aun su propia vida a veces". Eso hacía que incluso reyes personalmente perversos, como Luis XI, de hecho prosperaron, engrandecieron y acrecentaron a Francia. Hoy día se da la paradoja de que incluso hombres buenos y bien intencionados causan al gobernar (al desgobernar) el desmedro y aun la catástrofe de un país. No digamos nada cuando ni siquiera son buenos, sino memos, como algunos de nuestros politicastros; o bien son simplemente perversos o intelectual o moralmente o las dos cosas, como... Uds. conocerán alguno. 

La antigua "nobleza" europea fue destruida como estamento y elemento societario. Y una nobleza es necesaria; de donde, o legítima o falsificada siempre existe. Uno de los principales objetivos de la "Instauración Nacional" (me resisto a llamarla "revolución") es crearla. ¿Crearla? Es demasiado pedir, no se puede hacer con un decreto. INICIARLA: poner sus condiciones de posibilidad. 

Hay mucha gente noble en la Argentina, gentes que tienen la condiciones de la aristocracia: conocemos jóvenes que parecen príncipes. Pero no forman "clase", de modo que poco o nada pueden. Hay "hombres": conocemos coetáneos nuestros (es decir, sexagenarios) que si por un imposible los alzaran con una grúa de automóvil del rincón donde están trabajando callados (y a veces fuera de "parque") al triste sillón de Rivadavia, como por arte de magia la nación comenzaría a entrar en cuja. Claro que durarían poco: les faltaría la planchada, el pedestal ,1a clase. Lonardi creyó que eso se arreglaba poniendo a Dell'Oro y a Amadeo en los Ministerios, a sus cuñados en las Secretarías, y a Borges en la Biblioteca Nacional: no duró. 

Aquella antigua "nobleza" europea estaba unida incluso por la sangre, pero mucho más por la misión que les competía (eran guerreros o letrados) y sobre todo por el bien raíz. Sus intereses personales coincidían con el bien del país; de modo que poseían un sentimiento vivo, cuasi instintivo, del bien nacional. 

EL FUNDAMENTO DE UNA NOBLEZA ES EL AFINCAMIENTO PERMANENTE EN LA TIERRA: o el bien raíz o  algo equivalente: como la participación activa en las grandes empresas, hoy día: por vía de ejemplo. 

Dada la condición humana, lo normal es: para que un grupo social se dedique al bien común hasta el sacrificio, es preciso que ese Procumún esté vinculado al bien propio, si no identificado. Habrá algunos héroes, santos o locos, que lo hagan de cualquier modo; pero serán pocos; y en lo "DE ORDINARIO CONTINGENTE" no hay que contar con las excepciones sino con la regla. Hasta los santos se mueven porque creen con fe loca que su propio bien (en la otra vida) depende del bien del prójimo, por el cual se sacrifican en esta vida. Dos santos solamente conozco aquí en la Argentina, y uno de éllos está en la cárcel. 

El Código Napoleón, copiado después en los países latinos (no en Inglaterra por cierto) destruyó la nobleza al destruir el MAYORAZGO. El mayorazgo parece injusto (a los demagogos) pero es justo para con la familia, y beneficioso a la nación: hace estable a la familia, y cría generaciones de nobles; es decir, de hombres magnánimos sin esfuerzo, por nacimiento. Se necesitan tres generaciones de buena educación para hacer un noble. 

La virtud más sólida, hablando de las virtudes "naturales" es la heredada, la que está "en la sangre". "Y viene de buena sangre" —dicen los españoles— de sus candidatos a yernos. La castidad señoril y como natural de la matrona o gran señora vale mucho más, aunque sea sin esfuerzo, que la castidad atormentada de las lamentables "personajas" de Mauriac, por ejemplo. Puede que aquestas criaturas desgarradas tengan más mérito delante de Dios, aunque no lo creo; pero lo que es más útil y valioso en este mundo ("para lo de aquí abajo", que dice Sancho), es la virtud consolidada y connaturalizada, el "honor"; cuando es verdadero honor, y no se confunde con los "honores"; con los tres nombramientos de "académico" (más que Menéndez y Pelayo) del que te dije arriba, por ejemplo. ¡Feliz país con tantos académicos y Academias republicanas con honores y sin honor! Pero los antiguos decían: "Pretor te puede hacer Frondizi; sabio con un decreto no te puede hacer" CAESAR POTEST TE
FACERE PRÉTOR, MÍNIME RHÉTOR". 

La "legítima" inventada por Napoleón, que está en nuestro Código parece justa al estatuir una alícuota igual a todos los hijos; pero atomiza el bien raíz, y fuerza a los herederos muchas veces a ventas ruinosas, favoreciendo a los especuladores. Los pocos gobernantes buenos que ha tenido el país han provenido del núcleo "afincado", casi siempre de la clase estanciera, acostumbrada al trabajo y al manejo de los hombres; aunque no del estanciero residente en París y con un administrador judío de sus estancias, por supuesto. 

Dicen que ahora hay que reventar al estanciero porque hay demasiados latifundios en el país; hay demasiados latifundios (de empresas extranjeras muchos de ellos) y hay demasiada desintegración del bien raíz, o sea tendencia al minimifundio: los dos males a la vez. Si el antiguo "mayorazgo" español no se puede restaurar (instintivamente lo conservan con tesón algunas familias patricias) se puede comenzar a remediar esos males con el "bien de familia" y la libertad de testar; nefastamente atacada hoy día por los gobiernos socialistoides. 

El bien raíz trabajado personalmente arraiga al hombre en su país y forma al noble. La nobleza viene simplemente de la virtud, como advirtió Aristóteles; no de la virtud "religiosa" o mística específicamente, sino de la virtud civil, la virtud del hombre de mando, nacida en el campo de la "magnanimidad" o grandeza de alma; cuyo nombre español es "señorío". Esa virtud es la que digo se forma con tres generaciones de educación sesuda, señera y señoril. No se quita que algún plebeyo (Juan Monneron, en la novela de Paul Bourget) pueda alzarse a la magnanimidad con sus propios fuerzas a pesar de una mala herencia; pero no es lo común. Lo más natural para el hombre de baja extracción y religioso es alzarse si acaso a la santidad; pero la santidad por sí sola no habilita a gobernar. 

Montesquieu dijo que la Monarquía se basa en el honor y la República en la virtud; pero la República NO CRÍA la virtud; gasta la virtud que acaso existe, criada por el honor; de modo que al final (consumida la virtud republicana, que es adventicia) se convierte en la anarquía que conocemos. Y entonces la República anarquizada debe recurrir al honor, a la monarquía, aunque sea en forma de dictadura; que es lo que anda haciendo me parece De Gaulle, aunque con dudosos métodos y sospechables resultados; esa Francia que parece tener el jacobinismo en la sangre, y sin embargo creemos que no es así, sino al contrario. 

No ignoramos puede existir la "virtud republicana", es decir, el jacobino, el hombre de mando recto y duro. Robespierre fue eso: guillotinó a muchísima gente inocente (o no) para ir a acabar a la guillotina, sin poder atajar la monarquía inminente del tenientillo italiano nacido en Córcega, para muchos más desastres y muertes en Francia: una monarquía militar usurpada, sin arraigo y sin nobleza. No me digan que fue un cristiano con un altísimo ideal católico, la unificación de Europa Continental; como dicen León Bloy, y Belloc. Lo sé; pero fue un plebeyo hasta la punta de las uñas; como puede verse incluso en las notas cínicas que puso al libro de Maquiavelo, sin tener que recordar el asesinato del Duque de Enghien, o la brutalidad innoble que usó con la princesa María Luisa al casarse con ella, o antes; la cual ella le pagó bien más tarde, por cierto. 

La virtud cívica se cría por medio del honor; con el honrar y premiar los méritos públicos; y honrarlos no con una suma de dinero, como hace el Gobierno con los poetas, novelistas y telebisontes tan excelentes que ahora tenemos; sino con un bien honroso y estable, un "bien de familia". Alfonso X mandó en "LAS PARTIDAS" que al sabio que hubiese enseñado bien 5 años ("... PORQUE DE LOS HOMES SABIOS LOS HOMES E LAS TIERRAS E LOS REYNOS SE APROVECHAN E SE GUARDAN E SE GUÍAN POR CONSEJO DELLOS...") lo hiciesen Conde palatino; lo levantasen no a él tan solo sino a su familia: sabía Alfonso el Sabio que la vida intelectual seria ennoblece —como bien nota Francisco Vocos en su excelente librito sobre la Universidad Argentina—, la cual ahora poco seria no ennoblece, aunque a algunos enriquece. Sabía el "Emperador de Alemania que fue" por propia experiencia que la vida del sabio es semejante a la del guerrero, en el sentido que requiere tanto coraje y tanta paciencia, o más. El estudio serio es una lima sorda; y más el estudio apasionado de los sabios; los cuales son como perros perdigueros, que cuando rastrean una huella nueva no tienen reposo hasta que siguiéndola dan con la causa... o quedan en el esfuerzo. 

Si queremos la Instauración Argentina (y hemos de quererla, tanto si la veremos como si no) debemos meditar sobre cada uno de los puntos capitales que ella exige. Esto intentan mis artículos actuales, humorísticos o no: todos pertenecen a la esfera de lo Serio, y los chistes no estorban, a no ser cuando son muy malos. Es odioso y nos sabe mal, tener que ridiculizar o deshonrar; pero si uno quiere honrar a los patriotas, tiene que deshonrar a los perdueles o apátridas; e incluso esto es lo primero, más necesario y urgente que honrar a la virtud. Un militar de estos que justamente ahora anda "en circulación" parece ser que ha dicho: "cuando venzamos nosotros, a Casiellani, a Menvielle y a Sánchez Sorondo los vamos a aplastar". No van a vencer; y a mí no me puede él aplastar, porque ya estoy aplastado. De eso entiende más la Curia que él. Incluso si fuera capaz de eso, no lo andaría diciendo: eso es un chiquilín. General o no General. 

Puede que sea chisme. Por las dudas, le mandé de regalo un libro mío dedicado. Para consolarlo de que a pesar de sus conatos no va a vencer... NOS. 

Ahora se me ocurre mandarle también un libro al Dr. Dell'Oro. Le mandaré un cuento de ladrones, es decir, una novela policial. Y cuando pueda, lo nombraré Conde por cinco años. 

Leonardo Castellani e. u. (Jauja enero-marzo 1968) 

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