Leonardo Castellani: Dios en la Facultad (Cabildo, 9 septiembre 1943)

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DIOS EN LA FACULTAD 

Cuando alguien se aleja de Dios, se hace a sí mismo un gran mal. Filosóficamente hablando no habría que decir se hace un gran mal sino Hace el Gran Mal. Y el castigo que Dios le da es éste: Dios se queda donde está. Esto es lo que dice (también) esa parábola del Pródigo que muchos imaginan es solamente una imagen de la Sensiblería de Dios, una imagen de la Lenidad de un padrazo pachorriento o a lo más una imagen de la Misericordia divina, siendo así que es ante todo una imagen de la Trascendencia divina. El Hijo se va y el Padre no lo ataja; el Hijo pide “lo que es suyo”, y el Padre se lo da sabiendo muy bien que no es suyo. Castiga a la criatura insensata con el terrible castigo de que habló el otro poeta correntino: 

    A un hombre que se quiere engañar 
    ¿qué castigo le hemos de dar? 
    Dejarlo que se engañe, ch'amigo, 
    ¡no hay pior castigo! 

La Universidad de Buenos Aires en un momento de su historia y por culpa de no sé quién, echó a Dios de su seno; y lo que le pasa ahora es muy sencillo: no tiene a Dios. Y sin Dios el hombre puede hacer muy pocas cosas divinas. 
El tratado teológico De Gratia afirma que sin Dios el hombre no puede guardar la Ley Natural entera. Y así, según la Teología (y en cuanto puédese otear en lo recóndito) la Universidad está en estado de pecado mortal. ¿De qué Universidad hablamos, de la de aquí? En la de aquí nunca estuve, hablo de la Sorbona, donde estuve dos años. Pero supongo que es igual aquí, salvando tamaños. 

Me propusieron dar una conferencia en una facultad acerca del Problema universitario argentino. La pensé y hasta escribí unas páginas (que son las que están ante ti), y después de golpe me desdije: hice un pequeño papelón pero me libré de un gran peligro. ¡De cuán pocas cosas puedo hablar yo, Dios mio! Solamente de las cosas que sé; y de esas mismas no de todas ni a todos. No sé la solución del problema universitario argentino; y no sabiendo la solución ¿para qué hablar del problema? Autour du probléme, dicen los franceses. Que hablen autour los franceses. Los españoles no hablamos autour

Pero la solución ¿no será esa que dije arriba, a saber, que ella vuelva a Dios, como el hijo pródigo? ¡No! Esa no es una solución sino que es una verdad. No es una verdad universitaria, ni es una verdad científica: es una verdad mística: una verdad para hacer, no para decir. No es una cosa que pueda decir un diletante que sabe escribir artículos, tendría que ser dicha por un pontífice, Es muy dura. Con ella quizá se puede forjar una espada, pero no se puede amasar, pongamos por ejemplo, un bizcochuelo. 

Pero ¿no se podría traducir del idioma mística al idioma ciencia? Quizá si. Por ejemplo: traducir Dios por Verdad. 
Decir que la forma cómo se manifiesta la ausencia de Dios en las facultades es principalmente una gran sequía de Verdad, una torción de toda la gran maquinaria más bien hacia la Utilidad, un desalojo de la Especulación por la Especialización. Esto es lo que quiso decir A.T. Palacios en su libro: Técnica y espíritu en la Universidad. Lástima que no lo dijo. Lo que dicen todos: que la Universidad no contempla ya el Sabio, sino el Profesional, que ella es un grande y costoso aparato burocrático de fabricar profesionales en serie, profesionales que aun saliendo buenos (y gracias a Dios lo son muchos), no escapan al cabo de la cruel definición de Gaviola: “patentados por el Estado para explotar las necesidades humanas (salud, justicia, técnica, verdad, belleza, y mando), a cambio de dinero y munidos de un diploma”. 

Que la cabeza de la Universidad fuese, pues, el Sabio; y que los profesionales que produce tuviesen al menos un algo de sabios, es decir, una unción sacral de la Verdad, besados una vez por la luz. El que ha sido sumergido una vez en la luz, para toda la vida no lo olvida. Si tu ojo ha mirado al sol todo tu cuerpo será luminoso. Pero eso ¿quién no lo sabe? La cuestión no es decirlo, sino hacerlo 

    con hechos, que son varones, 
    nó palabras, que son hembras 

como dijo mi cofrade Baltasar Gracián. 

Y volver a Dios ¿cómo se hace? Prohibiendo la blasfemia, como diría el bárbaro de (casi pongo un nombre propio de un gran universitario mi amigo)... San Martín, el cual dió esta ley en el Ejército de los Andes: “Todo el que blasfemare el Santo Nombre de Dios o de su Adorable Madre, o insultare la Religión: por primera vez sufrirá cuatro horas de mordaza, atado a un palo en público por el término de ocho días; y por segunda vez será atravesado su lengua por un hierro ardiente, y arrojado del cuerpo. Sea honrado el que no quiera sufrirlo; la Patria no es abrigo de crímenes”

Ahí ven ustedes porque no acabé mi conferencia: si voy a decir esto me corren. Y con razón me corren, pues hubiese sido mal dicho. Somos profesores, no somos héroes, somos sacerdotes y no militares. Somos en este momento traductores. Volver a Dios, la vuelta del Pródigo ¿cómo se traduciría en universitario? Facultad de Teología. La Universidad es la serena morada de las ciencias (no es un ejército en campaña de vida o muerte) y existe una ciencia de Dios, que es la Teología. Nadie diría que la Teología es ciencia, visitando solamente las facultades de Teología que yo conozco en la Argentina, que parecen a lo más Colegios Secundarios de Catecismo. 

Y sin embargo, Santo Tomás ha probado (con raciocinios y con el ejemplo), que la Teología es, rigurosamente, ciencia altísima y muy difícil De manera que aquí en la Argentina el problema sería: 1º, volver a introducir la Teología en la Universidad; 2º, volver a introducir la Universidad en la Teología. Las dos cosas deben ir juntas; sino, no hacemos nada. Cada día se fundan Seminarios Mayores entre nosotros, que no son mayores sino iguales. ¿Cuándo se fundará el verdadero Mayor? Los sabios en Teología son cosa escasisima, quizá la cosa más escasa que existe. Si yo encontrase tres en Buenos Aires, sería capaz de adorarlos como un milagro. 

Como ven, la solución del problema universitario es que por ahora no tiene solución. Y sin embargo, la Facultad de Teología no es imposible: la tiene la Universidad en Inglaterra, la tiene la Universidad en Alemania, la tuvo la Universidad en la Argentina. Solamente, dice el mismo Tratado de Gracia, que cuando alguien vuelve a Dios, es Dios que le ha salido al encuentro, como el Padre del Pródigo, justamente. Y aquí entre nosotros ojalá me equivoque, yo no lo diviso a Dios moviéndose ni a la Teología viniendo. 

Otra vez deseo equivocarme; pero si viene... Si viene vendrá de una de dos maneras: 

1º O bien debe entrar en la Universidad como Cenicienta y por sus propios medios de seducción debe llegar a conquistar el trono por matrimonio de amor y no por prepotencia de poder; como la Facultad de Lovaina. 

2º O bien, creada fuera de la Universidad debe cobrar tanta fuerza intelectual que para saber a Dios necesite de todas las otras ciencias y entonces las otras ciencias se percaten que necesitan de ella; y se haga una ronda de manos y cuellos abrazados, como en la Danza de la Aurora, de Guido Reni, quiero decir, como en la Universidad de Milán. 

Pero para todo esto se necesita un San Martín junto con un Mamerto Esquiú. Si predomina San Martín, primera solución. Si predomina Fray Mamerto, la segunda. 

¡Gran Soldado y Gran Fraile de la Patrial ¡Levantaos de vuestras tumbas] 

(Leonardo Castellani, Cabildo, 9 de septiembre de 1943). 

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