Directorial
Un colaborador (en ciernes) nos envía una larga y entusiasta carta exhortándonos a tratar de la división (que él llama "desmenuzamiento") de los nacionalistas. Creemos que ese no es sino un particular del desmenuzamiento general de los argentinos; del cual hablaremos aquí; copiando antes (con algún rubor) la fanfarria final de la carta. Velay:
Cuando ellos se esperezan hay un hondo temblor /
Que corre por las vértebras enormes de los Andes /
Si rugen se oye como, el rugir del león"...
Los yanquis hacen rascacielos de 118 pisos, diarios de 84 hojas con ocho millones de tiraje, películas que cuestan más dólares que los que hay en el Banco Central; tienen un museo plateresco en Boston con más de mil piezas de plata labrada, incluso cálices, custodias y sacras, "robadas" en América del Sur por un bostoniano vivo que viajó por Perú, Bolivia y Jujuy, y les daba 4 pesos y un guiño a los sacristanes para que le diesen cosas de esas; como me narró el finado Dr. Alejandro Schroeder. Es una raza recia, corajuda, industriosa, protestante y pueril. Tienen todo. Tienen lo que no hay idea.
"Pero a ver si algún yanqui es capaz de hacer una revista mensual sin recursos, sin protección oficial, sin imprenta propia, sin diagramador, sin subsidios, sin avisos, sin oficina, sin equipo de redactores, sin empleados, sin dactilógrafa, sin adulación, sin mentiras — y que dure. Tráiganmelo a ver. Encuéntrenlo entre 180 millones de yanquis...
A ver. No hay. Eso sólo es capaz de hacerlo un argentino".
Hasta aquí la fanfarria. Es exagerada; aunque es verdad que acometer empresas sin recursos y sostenerlas, parece ser una especialidad argentina; las cuales se derrumban muerto el valeroso factor, por supuesto: el ambiente no las sostiene. Como me decía el Prof. Diego Pro, chaqueño como yo, en Tucumán: "Uno náda contra corriente. Náda, náda y náda. Hasta que en un momento lo abandonan las fuerzas, y se hunde". No le ha sucedido a él, gracias a Dios.
Es exagerada la fanfarria, porque ignora la cantidad de pequeños auxilios que nos vienen ("NOS vienen", JAUJA no es "un solo argentino") desde toda la rosa de los vientos; los cuales no especificaremos, por ser un secreto de la Providencia. La Providencia es una madre maula: nunca ayuda todo de golpe para que no emperezesca uno. (Sin mentar los favores que recibe el Director: médico, dentista, farmacéutico, abogado... que no le cobran nada).
Quiere decir que hay en este país gran número de gente bienpensante (en el buen sentido, no en el sentido francés peyorativo; o sea, que piensa sanamente).
Bien ¿por qué esos no se unen todos? A ratos le parece a uno que el país es una Babilonia. Bueno, lo será; pero en Babel estamos los hebreos cautivos. No me refiero a los judíos que aquí andan, no. ¡A los cristianos!
¿Por qué no se juntan y escapan del cautiverio?
Es por la fragmentación argentina. ¿Qué otra cosa podría ser?
Por obra del aire del tiempo, la ciudadanía argentina está convertida en un inmenso arenal —por obra del liberalismo francés individualista. Los granos de arena pueden estar juntos, pero unidos no; a lo más pueden formar médanos, ayudando el viento. Para eso necesitan un objeto sólido en donde apoyarse — Yrigoyen, Perón, Lisandro de la Torre, Fresco... — y el viento en remolino. Pero no darán jamás ni bosques, ni colinas, ni tierra laborable.
Los "partidos" no unen realmente; unen artificialmente. No suman; al revés, restan y dividen, como su mismo nombre lo indica. Los grandes estamentos sociales de hoy, Capitalismo y Comunismo, unen a una minoría y la dividen contra todas las demás. Ellos a los partidos los instrumentan a eso; y su tendencia es a destruir todas las otras fuerzas sociales; y convertir al pueblo (ya vuelto masa) en un rebaño, y a sí mismos en sus pastores —mercenarios.
Lo que une naturalmente a los hombres es la familia, la comuna, el gremio, la provincia, la región; y los estamentos particulares, Ejército, grupos religiosos, grupos intelectuales. Sobre esos "cuerpos intermedios" (que llaman hoy) puede construirse la estructura escalonada de una genuina nación. Sin ellos la resultante necesaria son esclavajes y despotismos. "Buscamos como principio que el Estado sea tan solo el controlador o fiscalizador de una comunidad orgánica...". Muy bien, Presidente Onganía.
Todo eso destruyó en la Argentina el liberalismo ("unitarios") efectuando una centralización creciente y por ende un aglomeramiento del poder en pocas manos; hasta llegar al actual "despotismo ilustrado" ("actual" en sentido ancho, no designamos especialmente a la R.A.). Toda actividad política real fue sustraída al pueblo; y a eso nominaron "democracia".
No hay veras vocaciones políticas en Argentina, y las que hay se malogran, porque no hay cómo "entrenarse" de estadistas: los estadistas no nacen de los repollos. El poeta nace, el estadista se hace. Falta del todo el "cursus honorum" de la vieja Roma. Allá fue como si dijéramos la carreta de baquetas del poder, desde Tribuno o Edil hasta Cónsul o Senador; y en el Ejército, la diferenciación de los "Centuriones" (no había otro grado superior: eran "Comandantes") por el número de legionarios a su mando y por sus hazañas y victorias: hasta llegar a Imperátor. Este escalonamiento de cargos efectuaba la más eficaz selección de los capaces; eliminando a los ineptos para el mando, y fijando en su lugar secundario a los mediocres. A este cursus honorum —en los siglos que duró sin corromperse- debió su grandeza la República Romana.
Sin algo así -sin este desparramo o redistribución de la actividad política) ya pueden chiflarle para que venga a la "unidad de los argentinos". Me hacen reir sin ganas los que se llenan la boca con la "unidad de los argentinos", el "encuentro", la "integración", la "concordia", la "hermandad" y la mar en coche, con el fin de pistonear sus intereses particulares con los nombres justamente de la cosa que esos intereses destruyen. Me hacen reir con lágrimas; y a veces rechinar los dientes.
A esa distribución y ordenado "desparramo" ("éparpillement") del poder y la actividad política debieron los Estados Unidos, como notó Alexis de Tocqueville, la extraordinaria prosperidad y fuerza de 1831, cuando los visitó. Después se formaron dos partidos cuasi-nacionales, Federalista y Agrario; seguidos por los dos actuales, Democrático y Republicano; que han caído en las manos de la plutocracia — o poco menos. De ahí el crecimiento acelerado del Comunismo y Derechismo en la gran "Democracia" del Norte.
Es axiomático: para constituir realmente una nación son necesarios los cuerpos políticos intermedios. La Nación diario de hoy, dice: "Los gobernadores deben ser meros representantes del Poder Ejecutivo Nacional". Lo sabíamos. Hace más de 50 años que lo dicen. Y es falso. Beben restaurarse las instancias intermedias.
Que yo no sepa cómo se restaura eso, ni cómo se empieza siquiera, no hace contra la verdad del axioma. Esotro es compito del político, no del pobre teórico (pobre ¿por qué?) como yo. Pero si quieren les daré un ejemplo concreto, un experimento que se podría hacer. Veamos: la urbe Buenos Aires está municipalmente mal gobernada y servida; y eso es crónico: vengan a ver si quieren a mi barrio los montones de basura, baches en las calles, charcos en las veredas, falta de placas, falta de semáforos, falta de luces, falta de árboles y falta de bancos cómodos en el Parque; y luego los impuestos con que nos sangran periódicamente Propiedad Inmobiliaria, Obras Sanitarias y Barrido, Alumbrado y Limpieza... que no aparecen mucho. Bien.
Dividamos ahora la Urbe en 20 barrios como los "quartiers" de Paris; al frente de cada uno un Alcalde (llámenlo si quieren Edil, Maire, Méyor, Sheriff, o Burgmeister) elegido por voto del barrio y asistido por un Concejo de Vecinos; con autoridad omnímoda para todo lo edilicio; y con los fondos habidos por los impuestos del barrio... y veremos progresar de inmediato todos los barrios, ya limpios, ordenados y hermoseados a módulo de sus recursos y características. Por supuesto que sobre toda esta "federación" urbana, deberá seder un Intendente o Alcalde Mayor, concernido solamente con lo total; o sea, la coordinación. La "ordinación" compete a los vecinos. El hombre es diligente sólo respecto a sus intereses, y así hay que hacerlo servir al bien común. El ¡Bien Común! en abstracto a muy pocos le peta.
Este es un verdadero régimen de gobierno, "el mejor", dice Santo Tomás: "cuando todos tienen alguna participación en el regir, conforme a sus capacidades". Esta es la verdadera democracia: palabra hoy día vaciada, ensuciada y prostituida, de modo que casi repugna usarla; pero que añadiéndole una letra, dice su actual vero nombre: "democacaracia".
En otro lugar de este número fantaseamos cómo se podría hacer esta redistribución de la actividad cívica — que no se hará. Tanto peor nara "ellos". Para mí... yo ya estoy muerto.
Leonardo Castellani (Jauja, junio 1967)
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