Leonardi Castellani: Esos tiempos pasados (Jauja, directorial, marzo 1967)

Directorial 

ESOS TIEMPOS PASADOS
ERAMOS POCOS PERO BIEN MONTADOS 

"El Director no se hace responsable de las ideas u opiniones vertidas por sus colaboradores, sino solamente de las que ponga bajo su firma".
Esta "advertencia" que ponen las revistas, y mi amigo Mambrú me incita a poner, es enteramente inútil: porque todo lo que publica lo ha juzgado el Fulano digno de publicarse; y por tanto, lo ha hecho en cierto modo suyo.

Verdad es que ese cierto modo puede ser dialéctico: hay quizás una opinión que no es la suya, pero que estima conveniente se debata; hay una idea que tiene por exagerada o inexacta, pero "anda por ahí", y el expresarla con exactitud puede ser parte a precisarla o corregirla; hay una aplicación errónea de un principio importante, pero el principio está; y su mismo safamiento puede ser estimulo a meditarlo o ahondarlo. Las paradojas pueden ser errores, y pueden también ser verdades dadas vueltas. Andamos diciendo que "mucha ciencia acerca a Dios, poca ciencia aleja de Dios" por ejemplo; hasta que un día caemos en la cuenta que Cristo dijo cuasimente lo contrario; y entonces exclamamos fieramente: "Mucha ciencia aleja de Dios, como alejó a Freud, a Harnack y a Marx". La ciencia no aleja ni acerca a Dios por sí misma; sino por su espíritu.

Quiere decir que esta revista no se destina a enseñar, sino a educar, por pretencioso que esto suene; no a hacer propaganda sino a hacer luz; o exactamente a suscitar "la luz que lleva en sí mismo todo hombre que viene a este mundo".

Lo que falló en la Argentina es la educación; esto también se dice hasta por demás y también es dialéctico; y si trata de excluir la política es falso; porque sin la solución del problema político, el cual aquí y ahora es previo a todos los demás, tampoco se solucionará la educación. En el fondo gobernar bien es educar, pensaron los grandes griegos. La prueba bien cercana es que Perón enseñó las doctrinas nacionalistas (que medio usurpó) a los obreros.

La falla antigua de la educación en la Argentina parece estar pintiparada en una controversia poco conocida entre Alberdi y Sarmiento. Alberdi se alzó enérgicamente (en "Bases" y "Obras Postumas") contra la manía alfabetista de Sarmiento: lo primero no es saber leer, lo primero es conocer la religión y un oficio. El capitalismo naciente o invadiente, enraizado en el liberalismo o iluminismo, necesitaba que el pueblo supiera leer... "pasquines políticos" — como dice con sorna Alberdi; la voz de la tierra y el sentido común decían que el hombre común no llega a ser realmente hombre sino a través de las verdades religiosas y la posesión de un oficio — no de una rutina maquinal, de un oficio. Están los dos fines de la didaxis cifrados en esto: o educar o enseñar; o hacer una persona o hacer una pieza útil a la sociedad. Y aunque parezca que Alberdi tira a esto último, con su exigencia de "escuelas de trabajo", es al revés: tira a educar. La escuela Sarmientina, que quizá es más bien wildeana y pizzurniana, ha llegado a esta aberración viviente que es nuestra actual escuela: donde por ejemplo, se enseña (?) "Historia de la literatura española e hispanoamericana" a muchachos que no saben la lengua; y se intenta sumergir en la filosofía a petimetres que no saben todavía pensar ni empíricamente — ni sabrán nunca. Destos petimetres salen los "filósofos" como el "loquitor ' de anoche que decía de un dudoso poeta jujeño, que era "una emoción estructurada con suma". 

Foutez-moi la paix, sacre nom d'un nom. Este es un ejemplo menor; hay cosas peores, monstruosas. "Ministerio de Educación": no es ni siquiera Ministerio de "Instrucción": es Ministerio de OBSTRUCCIÓN. La brutal intromisión del Estado entre la vocación de maestro y el sujeto de la educación ha tenido resultados despampanantes, como era enteramente lógico y necesario, dado que es cosa contra natura — y contra espíritu. Lo que me extraña es que no haya producido mayores ruinas. Eso fue debido a la "buena pasta" de muchos maestros — que parece van deviniendo pocos.

Lo que educa al pueblo es, por orden:
— el culto religioso, predicación comprendida:
— el ejemplo de los de arriba ("cual el rey, tal la grey");
— las diversiones o regocijos usuales;
— las fuentes de "información";
— los "instructores" intelectuales por medio de clases, cursos o conferencias.

Tomemos por ejemplo esa cosa tan inocente que es la "información". "La Argentina tiene la gloria de poseer uno de los diarios más grandes del
mundo..." — Sí, cuando la gloria se mide por los volúmenes. La prensa "grande" es simplemente una pieza de la "ocupación" del país por lo foráneo o "foreigner". Por eso existe tan obsesiva preocupación por "la libertad de prensa", la cual ha sido elevada a principio religioso y presentada como una cosa intocable y sacrosanta: ni los reyes ni los santos de antes han tenido los privilegios que para sí reclaman los potentados que están agazapadas detrás del "periodismo": o sea, por la burguesía capitalista, dueña de la Prensa "grande". Libertad de prensa no significa ahora libertad para los que leen; sino privilegios para los que prensan. Y aquí nuestra "prensa" es muy mala, o antinacional, o herética o disolvente, o... todo junto. 

Donde esto se da ¿cómo va a poder levantarse una nación? El pueblo está siendo pertinazmente deseducado desde modo.

La "libertad, libertad, libertad" del liberalismo ha producido la deseducación institución-alizada.

Todos los con órganos de percepción de las cosas invisibles inteligibles o sea los con algún grado de vocación de educar, perciben por lo menos a momentos la pesadilla del campo de esqueletos que vio el profeta; en este caso mucho peor: campo de apestados, gente para morir, semicadáveres, infrahombres; y sienten subirles a la boca la erupción candente de las maldiciones. Para percibir la miseria de nuestro estado, ya no político sino humano, yo no necesito sonda. Cómo me fue en la Compañía de Jesús, me informa sobre la Compañía de Jesús; cómo me fue en la Iglesia me informa sobre la Iglesia; cómo me va en el país, me certifica del estado del país, mejor que cualquier información externa. 

Como individuo particular, yo podría salir a la puerta de calle y con el sombrero en la mano, dar a todo el que pase las gracias porque me DEJA VIVIR; pero como depositario de un quehacer, para el cual me hizo el Hacedor, el sentimiento de la abominación se apodera de mi alma y sube a mis labios la palabra "Anathema". Una cosa es la dimensión de la persona particular; otra, la cuarta dimensión de su relación con Dios. 

Separado de su causa y de su fin, el hombre es nada. 
Pero Jesucristo nunca maldijo. ¿No? ¿Está Ud. seguro? 
Pero la verdad es que si yo maldijera, no-sería como Jesucristo, sino como José Mármol.
Por lo cual me guardo de maldecir; salgo a la puerta con el sombrero en la mano (ahora que no se usa más que para pedir limosna) y doy las gracias a todo el que pase, etcétera.
Una esperanza queda: la resurrección de Don Quijote. 
Una resurrección solamente puede hacerla Cristo. 
Sanables hizo Dios a las naciones; y la aparición de un gran ánimo generoso y lúcido puede levantar a todo un pueblo de la abyección, y ponerlo en el camino de la grandeza. 

Leonardo Castellani Jauja, marzo 1967

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